"...La hija le confesó que no entendía ni un átomo cómo había quien criticaba unas guerras para llegar a un fin y defendían otras cuando el fin ya estaba conseguido..."
En un palacete repleto de cuadros, alfombras, muebles valiosísimos y con decenas de trabajadores en servidumbre, se encontraban a solas un padre y una hija en uno de los amplios salones. La hija en pleno nacimiento de su juventud, llena de inquietud y con ganas tremendas de conocimiento se dirige al padre pidiéndole un preciado minuto de su tiempo. El padre no puede negárselo y comienzan un bonito diálogo.
-Papá, oye que estoy estudiando oriente medio y allí había no hace mucho un dictador que mataba a su pueblo y los exprimía y pisoteaba. Es más, ponen, en algunos libros que tenía el país muchísimo petróleo y que éste dictador atesoraba una gran riqueza mientras el pueblo vivía en las más absoluta de las miserias.
- Sí, hija, así es. Le respondió el padre muy seguro de su respuesta.
La hija se quedó callada un buen rato, pensativa y le volvió a insistir.
- Dicen, también, que mientras unos países miraban para otro lado, otros países de occidente, entre ellos, EEUU, decidieron actuar por la fuerza, armada claro, para reponer la justicia y la libertad al pueblo porque el dictador llevaba muchos años pisoteando a su pueblo.
- Así es hija. Mira, el dictador mantenía muerta de hambre a sus gentes, maltratándolas y asesinándolas por el simple hecho de no pensar igual que él. Tenía instalado el miedo cómo arma de autoridad. Entonces es lógico que las fuerzas internacionales hagan algo por esas criaturitas. Aunque algunos crucen los brazos y no quieran saber nada. No hacer nada es lo mismo que justificar al opresor. Y, negarse a actuar es de locos.
El padre, siguió leyendo la prensa diaria que tenía el hábito de hojear todos los periódicos para mantenerse informado. La hija siguió cabilando y, sin poderse callar, le insistió al padre.
- También dicen algunos que de eso nada, que lo importante es el petróleo. Que si no hubiera petróleo, a los demás países no les importaría nada y seguirían dejando que el tirano hiciera de las suyas.
- Eso no es cierto, le respondió el padre. Los demás países democráticos tienen el deber de intervenir en favor de los pueblos que sufren la tiranía de un dictador sin escrúpulos. Deben acercar la democracia a los pueblos oprimidos. Deben enseñarles a ser libres y velar por los derechos humanos.
A todo ésto, el padre, contento con su explicación, le afirma a su hija con tono de satisfacción.
- Hablamos de Libia, ¿ verdad hija ?.
- No, papá. Hablamos de Iraq, le aseguró ella.
En ese momento, el padre, insistió en explicarle las diferencias entre las dos guerras sin que la hija lo pudiera entender. Horas y horas mantuvieron la conversación pero no adelantaban ni un sólo milímetro.
Al término. La hija le confesó que no entendía ni un átomo cómo había quien criticaba unas guerras para llegar a un fin y defendían otras cuando el fin ya estaba conseguido. Que la hipocresía había inundado al mundo y sus dirigentes.
El padre montó en cólera, se levantó violentamente y se marchó del amplísimo salón a otra dependencia.
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